Érase una vez… El Cuero

Capítulo 4: El Renacimiento del Cuero y la Sabiduría del Fuego
(La Edad Media, ≈500 – 1.500 d.C.)

Con el paso de los siglos, el arte del cuero se fue extendiendo por tierras lejanas. Las tribus de las grandes llanuras ya no eran las únicas que dominaban el curtido de la piel. En los reinos del norte, el vasto poder del cuero comenzó a ser reconocido por los grandes castillos y las ciudades amuralladas. La gente ya no solo usaba el cuero para ropa y armaduras, sino que también había descubierto sus usos en el comercio, la construcción de barcos y, por supuesto, en la creación de artículos de lujo como los finos guantes y los zapatos adornados con intrincados bordados.

Sin embargo, el mayor avance de todos llegó en una fría tarde de invierno, cuando un joven curtidor llamado Eirik, descendiente de Kael, se encontró con una piedra especial en las orillas de un río. La piedra era negra, brillante, y tenía un calor peculiar. Mientras caminaba por las rocas, Eirik la tomó entre sus manos y la acercó a su rostro. Sentía como si la piedra le hablara, le susurrara secretos antiguos.

Eirik, curioso, llevó la piedra de vuelta a su taller. Durante semanas la observó, experimentó con ella y la frotó sobre trozos de cuero. Pronto descubrió que, cuando la piedra se calentaba, podía usarla para transformar el cuero en algo completamente nuevo: más suave, más resistente y con una textura que no se desgastaba con el tiempo. Este descubrimiento revolucionó la forma en que los curtidores trataban el cuero, porque lo que Eirik había encontrado era una antigua forma de trabajar el cuero con el fuego, algo que, hasta entonces, solo se utilizaba para calentar herramientas y cocinar.

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