
John Muir: El Pionero Silencioso del Bushcraft y la Conservación
John Muir nació el 21 de abril de 1838 en Dunbar, Escocia. Desde pequeño, estuvo fascinado por la naturaleza. En su infancia exploraba los acantilados del mar del Norte, observaba aves marinas y recolectaba conchas. Aquellos primeros años junto a la costa escocesa fueron decisivos: aprendió a mirar el mundo natural con asombro y curiosidad, cualidades que mantendría durante toda su vida.
En 1849, cuando tenía 11 años, su familia emigró a los Estados Unidos y se estableció en una granja en Wisconsin. Fue allí, en la frontera del bosque y los campos salvajes del Medio Oeste, donde Muir empezó a desarrollar habilidades propias de lo que hoy llamaríamos bushcraft. Aprendió a trabajar la madera, a identificar plantas útiles y a observar el comportamiento de los animales. Construía herramientas, trampas, y sobre todo, aprendía del entorno a través de la experiencia directa, sin manuales, guiado por su instinto y su hambre de conocimiento.
Durante su juventud, se convirtió en un inventor autodidacta. Diseñó relojes de madera, un termómetro casero y hasta un despertador que volcaba la cama para obligarlo a levantarse. Estudió ingeniería mecánica en la Universidad de Wisconsin, pero nunca terminó sus estudios formales. Su verdadera escuela estaba en los bosques, en los ríos, y más adelante, en las montañas.
Un accidente laboral en una fábrica casi lo dejó ciego a los 29 años. Este episodio marcó un antes y un después en su vida. Cuando recuperó la vista, decidió dedicar su existencia por completo a la naturaleza. A partir de ese momento, comenzó una serie de largas caminatas por Estados Unidos. La más famosa fue la Mil-Mile Walk to the Gulf (caminata de mil millas al golfo), desde Indiana hasta Florida, que realizó prácticamente sin equipo, sobreviviendo con lo que encontraba, observaba y aprendía del entorno. Llevaba un pequeño botiquín, una brújula, un cuaderno de notas y su bastón. Todo lo demás lo obtenía del camino: agua de los ríos, plantas comestibles, leña para el fuego y refugio natural entre árboles caídos y rocas.
Aunque no usaba la palabra “bushcraft”, Muir vivía inmerso en sus principios: autosuficiencia, respeto por la tierra, conocimiento de la flora y fauna local, y adaptación constante al entorno. Nunca se presentó como un hombre rudo o como un aventurero tradicional, pero su capacidad para moverse en ambientes salvajes era profunda. Dormía al raso, caminaba decenas de kilómetros por día, leía las nubes como quien lee un libro, y reconocía el sonido de los pájaros como un lenguaje familiar.
En 1868, llegó por primera vez al valle de Yosemite, en California. Quedó tan impactado por la belleza de sus montañas, sus secuoyas gigantes y sus cielos abiertos que decidió quedarse. Trabajó como pastor, guía de montaña, escritor, y vivió durante largos periodos solo en cabañas improvisadas o directamente bajo los árboles. Durante estos años, acumuló conocimientos prácticos que hoy en día forman parte del repertorio del bushcraft: cómo construir un refugio con ramas y cortezas, cómo orientarse siguiendo el curso del agua, cómo leer la tierra para anticipar el clima.
Pero Muir no solo caminaba: también escribía. Sus textos eran detallados, casi científicos, pero al mismo tiempo profundamente espirituales. Para él, cada árbol tenía un alma, cada glaciar era una criatura viva. Su capacidad de observación era extraordinaria, y fue pionero en describir cómo los glaciares modelaban los paisajes montañosos, algo que en su época era revolucionario.
Su influencia creció, y en 1892 fundó el Sierra Club, una de las organizaciones medioambientales más importantes de los Estados Unidos. Gracias a su labor, se logró la protección de grandes extensiones de tierra, y fue clave en la creación de los Parques Nacionales de Yosemite, Sequoia y otros. Muir fue también consejero directo del presidente Theodore Roosevelt, con quien compartió caminatas y charlas en medio del bosque, lejos de las oficinas gubernamentales.
John Muir murió en 1914, pero su legado ha crecido con el tiempo. No solo es recordado como el “Padre de los Parques Nacionales”, sino como un verdadero explorador del alma natural del mundo. Su vida es un ejemplo vivo de cómo la conexión con la naturaleza puede transformarse en un camino de conocimiento, espiritualidad y acción.
Hoy, en tiempos donde el contacto con la naturaleza se valora más que nunca, la figura de John Muir resurge como inspiración para quienes practican bushcraft, senderismo o simplemente buscan reconectar con el mundo natural. Su mensaje sigue siendo claro: la naturaleza no es un obstáculo a vencer, sino un maestro del que aprender.
