
Un error clásico de supervivencia: confiarse con el fuego
«El fuego que no quería morir»
No era la primera vez que salía solo, pero sí la primera vez que el viento decidió ponerme a prueba.
La noche caía rápido en el hayedo y, confiado, encendí una pequeña fogata justo donde el terreno me parecía más cómodo. Plano, sin muchas raíces. No había llovido en días, así que la madera ardía bien. Me acomodé, calenté una sopa, y me dormí con el crepitar como nana.
A medianoche me despertó un olor a quemado que no venía del centro del fuego. El viento había girado y soplaba ahora con fuerza hacia los arbustos secos. Un tizón rodó fuera del círculo de piedras. Una chispa bastó. Una pequeña línea de hojas ardía como una mecha silenciosa.
Corrí. Aplasté las brasas con tierra y mis propias manos. Por suerte, todo quedó en susto. El bosque me perdonó.
🔥 Enseñanzas claras:
- Nunca confíes demasiado en el viento. Lo que empieza soplando hacia un lado puede cambiar en minutos.
- Haz un cortafuegos de verdad. No basta con unas piedras. Limpia el suelo al menos un metro alrededor.
- Ten siempre agua o tierra cerca. Aunque no planees apagar nada hasta el final.
- Nunca te duermas con fuego activo si no tienes vigilancia o un sistema seguro.
Un error clásico de supervivencia: confiarse con el fuego
En una salida de fin de semana al bosque, decidí acampar en una zona boscosa que conocía bien. El día había sido soleado, seco, y el entorno parecía perfecto para pasar la noche con una pequeña fogata. Lo que no sabía entonces es que estaba a punto de cometer uno de los errores más comunes —y peligrosos— del bushcraft: confiar demasiado en la estabilidad de un fuego al aire libre
Cómo empezó todo: comodidad mal entendida
Había elegido un lugar plano, cubierto de hojas secas y sin raíces expuestas. Lo que me pareció un terreno ideal para dormir, en realidad era un combustible esperando una chispa. Rodeé el fuego con unas piedras medianas, encendí un par de troncos secos y me relajé. Cociné una cena sencilla, colgué mi comida en un árbol y me acomodé junto al calor.
La noche transcurrió en calma… hasta que no.
El viento, ese aliado traicionero
¿Por qué no revisé la dirección del viento?
Me despertó un olor intenso a humo, distinto al de la madera húmeda. El viento había girado durante la noche, empujando brasas y ceniza hacia unos arbustos secos a pocos metros. Una chispa había volado más allá del círculo de piedras y había encendido una línea de hojas secas como si fuera una mecha de pólvora silenciosa.
Salté de mi saco de dormir, tiré tierra encima, pisoteé los bordes y, por suerte, lo apagué antes de que se expandiera. Mi corazón latía como un tambor de guerra. El susto fue mayor que cualquier otra cosa.
¿Qué aprendí de este error de fuego en la naturaleza?
. Nunca te fíes de la dirección del viento
Lo que al principio parecía seguro, se volvió una amenaza en cuestión de horas. El viento cambia, y con él la trayectoria de las brasas.
Haz un cortafuegos real
Colocar piedras no basta. Hay que limpiar el terreno en al menos un metro de diámetro, retirando hojas, ramas, agujas de pino o cualquier material inflamable
Ten siempre tierra o agua a mano
Por costumbre, suelo llevar agua en botellas, pero esa noche no dejé ninguna cerca del fuego. Un bote de agua al lado del fuego puede marcar la diferencia entre un susto y un desastre.
Nunca te duermas con fuego activo sin vigilancia
Cómo evitar este error en tus salidas de bushcraft
- Elige bien el lugar del fuego. Busca suelo mineral o húmedo, sin materia orgánica.
- Construye una zanja o hueco. Un simple hoyo puede reducir el riesgo de propagación.
- Revisa cada cierto tiempo. No des nada por sentado.
- Apágalo con calma. Cuando creas que está apagado, échale más agua y revuelve las cenizas.
Conclusión: la naturaleza te enseña, si estás dispuesto a escuchar
No todos los aprendizajes del bushcraft vienen de leer o ver vídeos. Algunos los aprendes con sustos que dejan marca. Este error con el fuego fue uno de los míos, y por eso lo comparto. Para que no te pase a ti. La próxima vez que montes un fuego, recuerda: el bosque no perdona el descuido, pero sí recompensa al que respeta sus reglas.
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