I. El Presagio en el Pozo de Urd

El viento aullaba como un lobo herido cuando Thorbjǫrg Litilvǫlva, la vidente de los fjords occidentales, clavó su bastón de tejo en la tierra helada. Las runas que había tallado en cráneos de cuervo yacían dispersas a sus pies, formando un símbolo que solo ella podía leer: ᛟᛞᛁᚾ ᚱᛖᛏᚢᚱᚾᚨᚱᚨ («Odín retornará»).

—«Allt er ófærð» —murmuró—. «Todo está perturbado».

En Asgard, Odín, el Padre de Todos, sintió el llamado. Sus dos cuervos, Huginn y Muninn, graznaron advertencias. El pozo de Mimir, cuyas aguas guardaban la sabiduría infinita, se había enturbiado de repente. Solo una völva como Thorbjǫrg podía interpretar el augurio.

II. El Sacrificio del Dios

Odín cabalgó hacia Midgard en Sleipnir, su corcel de ocho patas. Las sombras de los árboles se retorcían como serpientes al paso del dios. Cuando llegó al círculo de piedras de Thorbjǫrg, la völva lo esperaba junto a un fuego que ardía sin leña.

—«Veo un hueco en el mundo» —dijo ella, señalando al norte—. «Algo se ha llevado el canto de las Nornas. Yggdrasil tiembla».

Odín apretó su lanza, Gungnir. Sabía lo que debía hacer. Para hallar la verdad, tendría que repetir su gran sacrificio: colgarse del Árbol del Mundo. Pero esta vez, no sería en Yggdrasil, sino en el Abismo de Hvergelmir, donde nacían todos los ríos.

—«Necesito tu visión, völva» —rugió—. «Atestigua mi viaje y guarda mi cuerpo mientras mi espíritu vaga».

Thorbjǫrg asintió. Con sangre de lobo y cenizas de fresno, trazó un sello de protección alrededor del dios.

III. El Abismo y la Serpiente

Odín se lanzó al vacío. Durante nueve noches, su cuerpo pendió sobre el abismo, mientras su espíritu descendía a las raíces del universo. Allí, encontró no a Mimir, sino a Jörmungandr, la Serpiente del Mundo, enroscada alrededor de un objeto brillante: un fragmento del collar de Brisingamen, perdido desde que Loki lo robó.

—«¿Por qué guardas esto, hijastro de Loki?» —preguntó Odín.

La serpiente silbó:
—«Porque es el precio del Ragnarök. El día en que el collar se complete, los dioses caerán».

Entonces, Odín comprendió. Alguien—o algo—estaba reuniendo las piezas del collar para desencadenar el fin antes de tiempo.

IV. La Traición en Asgard

Mientras tanto, en Midgard, Thorbjǫrg sintió una presencia oscura. Skarn el Susurrador, un espíritu olvidado de la antigüedad, se materializó entre las sombras.

—«La völva que todo lo ve… pero no ve su propia muerte» —murmuró Skarn, alargando una mano huesuda.

Thorbjǫrg levantó su bastón, pero era demasiado tarde. Una runa negra (ᛇ) se grabó en su frente, robándole la voz. Skarn había sido enviado por una traidora en Asgard: Gullveig, la bruja dorada, quien anhelaba el collar para resucitar su poder.

V. El Regreso de Odín

Cuando Odín despertó en Midgard, encontró a Thorbjǫrg petrificada, convertida en una estatua de hielo rúnico. Las últimas palabras que alcanzó a leer en los ojos de la völva fueron: «Busca a la que teje con oro».

Con furia, Odín convocó a Thor y a Týr. Juntos, asaltaron el salón de Gullveig en Vanaheim, donde la bruja había comenzado a unir los fragmentos del collar.

—«¡El Ragnarök no será forzado por tus manos, hechicera!» —rugió Odín, clavando Gungnir en el suelo.

Una batalla épica estalló. Thor aplastó el yunque de Gullveig con Mjölnir, mientras Týr cortaba los hilos de oro con su espada. El collar se desintegró en polvo brillante.

VI. El Destino de la Völva

Al caer Gullveig, el hechizo sobre Thorbjǫrg se rompió. La völva despertó, pero algo había cambiado: ahora veía el futuro en versos invertidos, como si las Nornas hubieran tejido su destino al revés.

—«Ya no soy Litilvǫlva (pequeña völva)» —dijo—. «Soy Þrumuvǫlva (la völva del trueno). Y mi lugar no está aquí».

Montó en un lobo blanco que emergió de la niebla y partió hacia el este, donde —según sus nuevos visiones— otro fragmento del collar esperaba.

Odín observó su partida. Sabía que esto no había terminado.

—«Que así sea» —murmuró, mientras los cuervos trazaban círculos en el cielo—. «Hasta el próximo sacrificio».

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