
Ungüentos: La piel como umbral
Donde el agua no llega, llega el ungüento.
Donde la palabra no cura, cura la caricia.
Los ungüentos son hechizos que se funden con la piel, portadores de intención y de sustancia. Son medicina espesa, alquimia tangible, oración untada con los dedos.
En el arte de la Völva, los ungüentos no se usan solo para sanar el cuerpo: se aplican también para despertar, para sellar, para proteger, para recordar. Cada uno es una mezcla única de plantas, raíces, aceites y resinas, donde el tiempo y el calor transforman lo crudo en lo sagrado.
No se trata de «echarse algo». Se trata de untar con propósito.
De impregnar el cuerpo con una fuerza, con una idea, con un símbolo.
De sellar una herida no solo con grasa, sino con intención.
De trazar un círculo invisible sobre la piel: contra el miedo, contra la pérdida, contra la dispersión.
Los ungüentos se preparan despacio.
No se hierven, se funden.
No se improvisan, se intuyen.
La Völva los prepara en días propicios, bajo lunas concretas, según lo que pide el momento y lo que dicta el espíritu de las plantas.
Aquí encontrarás bálsamos para la fatiga, para la fiebre y para el desvelo. Pero también ungüentos para soñar, para abrir el tercer ojo, para sellar el aura o para enfrentar un ritual de paso.
Algunos son suaves como el musgo.
Otros, tan intensos como la ortiga en carne viva.
Todos tienen un alma, y deben ser tratados como tales.
Unta como quien bendice.
Unta como quien recuerda.
Unta como quien escribe con las manos un verso invisible sobre la piel.
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